Luz de Gas es una de las tácticas más sutiles y perversas de manipulación. Suele ser utilizada por un hombre contra una mujer en una relación. Se trata de confundir a la mujer a tal punto que empiece a cuestionar su propia percepción de la realidad y hasta su propia cordura. –«Eso jamás ocurrió», «Estás confundiendo la realidad», «¿Estás segura? Tú tienes mala memoria», «Así no sucedió. Estás loca». –El manipulador crea situaciones sutiles y repetitivas, en las que dada la confianza que su pareja le tiene, la hace dudar de su propia capacidad de percepión de la realidad; generando ansiedad, inestabilidad, baja estima o hasta depresión. De esa manera, el manipulador va ganando control.
Hacer gaslighting o luz de gas. En español recién empezamos a escuchar el término. ¿Pero cuál es el origen de esta palabra que sintetiza una forma tan perversa y extendida de manipulación extrema masculina? Diana Quiñones, lingüista, nos cuenta en el siguiente texto su curioso origen cinematográfico.
Por DIANA ISABEL QUIÑONES LEZAMA
—Tengo miedo de esta casa. Oigo ruidos y pasos. Y me imagino que la casa está llena de gente. Y a veces tengo miedo de mí misma. Por favor, Gregory, te lo suplico. No me dejes sola, quédate conmigo. Por favor, abrazame, Gregory. Por favor, abrazame. Por favor…
—Hasta mañana y que te mejores, Paula.
Gaslight (1944)
Paula describe el enamoramiento que siente por Gregory como una sensación llegada para anularlo todo, hasta la música que tanto representaba para ella. Su relación es tan intensa y apremiante que en menos de un mes están casados y camino a Londres, donde ella espera que su luna de miel se prolongue eternamente. Sin embargo, poco a poco se irá convirtiendo en una sombra que no distingue entre realidad y mentira como consecuencia de la manipulación a la que su esposo la somete. Este es el argumento de Gaslight, una película norteamericana dirigida por George Cukor, en 1944, basada en la obra de teatro homónima de Patrick Hamilton y protagonizada por Charles Boyer e Ingrid Bergman.
A pesar de que nadie se ha atrevido a hacer un remake, este clásico sigue vigente y narra una experiencia casi universal: el abuso emocional dentro de la pareja. En el filme, Gregory esconde y cambia objetos de lugar para convencer a Paula de que ha perdido la cordura y, eventualmente, internarla y quedarse con sus bienes. El título alude a cómo ella es inducida a creer que el cambio de intensidad en las lámparas de gas es producto de su imaginación, cuando en realidad las luces de la casa parpadean porque Gregory enciende las del ático a escondidas, mientras busca los rubís de la mujer a la que asesinó. Y aunque muchas de nosotras no hayamos conocido a un asesino, probablemente sí reconozcamos la experiencia.

—No. La ha estado volviendo loca lenta y sistemáticamente. Imagen: Gaslight (1944).
Desde los 60, el término gaslighting es utilizado de forma coloquial para describir una forma de abuso emocional y manipulación psicológica que consiste en sembrar dudas en la mente de la víctima hasta hacerla cuestionar su memoria, su percepción de la realidad e incluso sus emociones.
En la literatura clínica, el gaslight empezó a usarse para analizar casos en los que pacientes psiquiátricos habían sido recluidos intencionalmente por sus familiares con el fin de que fueran declarados incapaces y tomar el control de sus bienes. Sin embargo, en los últimos años, este concepto se ha ampliado. La filosofa Kate Abramson, en su artículo del 2014 “Turning Up the Lights on Gaslighting”, señala que esta forma de manipulación no tiene necesariamente el objetivo de llevar a la víctima a la locura, sino tan solo generar la suficiente inestabilidad mental como para que el agresor mantenga su posición de poder y control. Es posible, incluso, que el agresor no sea consciente de su propia violencia.
Justamente, uno de los mayores méritos de esta adaptación es haber logrado capturar con naturalidad la dinámica del maltrato psicológico. A menudo, el cine retrata a los abusadores domésticos como caricaturas. Su sadismo suele ser extremo y poco disimulado. No son solo violentos, sino monstruosos, entonces nos resulta fácil odiarlos o despreciarlos. Sin embargo, los villanos de la vida real no son unidimensionales. El villano perfecto no existe, la víctima perfecta tampoco. Las relaciones abusivas están llenas de momentos buenos y de reconciliaciones apasionadas, por eso nos enamoramos y somos incapaces de ver las sombras que rodean a los lobos hasta que es tarde. Así, el abuso emocional tampoco nace del exabrupto, sino que ocurre de manera progresiva y sutil, tiene tintes, y llega disimulado por las demostraciones de amor que suelen acompañarlo.

Gregory, si fui yo quien quitó de la pared el cuadro, si fui yo quien lo quitó las otras veces, si soy yo quien hace esas cosas sin sentido ni razón, tan sin razón como cambiar un cuadro de sitio, es que ya no soy dueña de mis actos. Pero entonces, si es eso cierto, deberás ser indulgente conmigo, ser bueno y tener compasión. Por favor, Gregory. Por favor…
Paula a Gregory cuando empieza a creer que está perdiendo la razón
Para lograr su objetivo, un manipulador, casi siempre narcisista, jugará con tu mente, de forma aparentemente inofensiva, hasta cansarte. Las pequeñas mentiras sobre cosas mundanas se irán haciendo más y más grandes, como parásitos invisibles, carcomiéndote de a pocos hasta dejarte vacía. Has oído tantas veces que estás loca, que estás exagerando, que estás mintiendo, que te lo terminas creyendo. Si además tu abusador ha logrado alienarte de tu familia o amigos, será más fácil para él crear un ciclo de dependencia. Y si ya no confiamos en nuestra propia versión de los hechos, ¿a quién vamos a recurrir si no es a la persona que creemos amar? Así, hasta desaparecer.

Paula, ¿te acuerdas de aquellos días?, ¿te acuerdas de Italia? (…) mírame a los ojos. Si he sido algo para ti y creo que lo he sido, tienes que ayudarme, Paula. Te prometo ser otro.
Gregory a Paula después de verse descubierto
Pero el abuso, además, no se presenta tampoco en forma de isla, sino que está enquistado en una sociedad que lo respalda. Que las mujeres estamos locas casi “por naturaleza” es un cliché antiquísimo que sirve para minimizar y ridiculizar el descontento femenino. Y nos lo hemos creído. ¿Cuántas veces cuestionamos nuestras propias experiencias para asegurarnos de que no estamos exagerando? ¿Cuántas veces nos callamos para no parecer dramáticas? ¿Cuántas veces nos han llamado histéricas por reaccionar con justificada indignación? Tal vez el ciclo de abuso no empieza cuando conocemos a un agresor, sino de mucho antes.
Y sí, relacionarnos con narcisistas nos daña, pero ese daño no tiene que ser permanente. Nuestra identidad no se reduce a nuestra experiencia de violencia. Paula demuestra que de las prisiones emocionales también podemos escapar. La escena final de Gaslight es poderosa y reivindicativa. Basta solo con que a Paula le crean para que recupere su noción de sí y obtenga la fuerza para rebelarse. Podría seguir atada al hombre que la manipula, pero se niega. El amor que necesita ya no es el de Gregory, sino el propio. Escoge su paz. Se escoge a ella misma.
Cuando termina la noche, las luces de gas se apagan y los fantasmas desaparecen.

Si yo no estuviese loca, te podría ayudar. A pesar de todo, me compadecería de ti. Pero estoy loca y por eso te odio. Y porque estoy loca te traiciono. Y porque estoy loca, mi corazón salta de alegría sin sentir la menor piedad por tu desgracia. ¡Una alegría salvaje de animal liberado!
Paula a Gregory cuando descubre el engaño
Foto de la portada: Intervención de FemLATAM de la portada del libro «Gaslighting. The narcissist favorite tool of manipulation» de la Dr. Theresa J. Covert.
DIANA ISABEL QUIÑONES LEZAMA es lingüista y correctora de estilo.
Feminista interseccional y partidaria del lenguaje inclusivo. Lingüista por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, docente, investigadora, correctora profesional y acuarelista.
Actualmente participa en el Círculo de Lingüística Feminista, que reúne a diversos profesionales interesados en investigar la interacción entre género y lenguaje.