Por Claudia Cisneros Méndez
«Y la muerte no tendrá dominio» es el título de esta pequeña (por el tamaño del libro) gran joya (por su contenido) de la literatura peruana parida por Victoria Guerrero. Es también el título y tema de un poema de Dylan Thomas. Aunque Victoria nos advierte desde el inicio, que el título alternativo y descarnado de su libro era (y sigue siendo): Matar a la madre.
Matar a la madre, simbólicamente, junto con todas las contradicciones existenciales que derivan de ese asesinato. Un asesinato imprescindible y a la vez casi imposible. La madre nunca muere del todo. No puede. La madre no es otro cualquiera, es quizás el otro más referencial de nuestras vidas, sea por identificación con ella como por referente de diferenciación. Hasta la diferenciación ocurre en función a ella.
Matar a la madre siempre será una tarea inconclusa. Biológicamente estamos hechas de sus huesos y sangre. Quizás la única forma de acometer del todo tal asesinato sea cuandonuestra propia existencia se extinga.
Pero nadie, o muy pocas, se atreven a hablar abiertamente de esta pulsión matricida, ni de sus heridas y cicatrices.Victoria lo hace en este libro que, que no les engañe el tamaño, en este pequeñito envase de texto están contenidas todas las costras, los desgarros y los dolores de ese complejo universo madre-hija.
Pero escritos de tal forma-y quiero recalcar la forma-que no hay manera de no sentirse presa y cómplice, no hay forma de no sentirse estremecida y afectada por lo que aquí se narra desde los infiernos más íntimos. Con una prosa poética tan, a la vez discreta, como descarnada; tan, a la vez intensa como disparatada.
«Y la muerte no tendrá domino» o «Matar a la madre» es el triunfo de las palabras como piezas para crear atmósferas que recrean sentimientos, que los hacen palpables, vivos, salirse de la hoja seca del papel, para inundarla de vida mientras aborda la muerte; una prosa poética existencialista que tiene respiros geniales con la enhebración de una línea narrativa sobrenatural y fantástica protagonizada por una coneja parida medio muerta pero que se relaciona directa y vivídamente con la más cruda realidad. Cada vez que esa crudeza está a punto de volverse insoportable, la coneja toma protagonismo y nos libera de esa intensidad transformándola en algo exótico y hasta extravagante, aunque sin perder el hilo existencial de la narración.
Como si viviéramos queriendo olvidarlo, Victoria nos recuerda que todas tenemos cuentas pendientes con nuestras madres o lo que representan; solo que pocas nos hemos atrevido a interrogarnos, y menos a hacerlo públicamente.
Por eso este paso de hacer público lo privado, algo tan íntimo como la pulsión de matar a la madre es tan significativo. Hay algo en la expresión de lo privado hecho público que consolida la dimensión de lo real. De lo real y lo universal.
Una cartografía del dolor
Porque lo que nos decimos para adentro es casi siempre en voz baja, poco y muchas veces permanece en el inconsciente o lo poco consciente aunque indefectiblemente afecta nuestras relaciones y vidas públicas y privadas de maneras en extremo importantes. Mientras que lo que nos atrevemos a decir hacia fuera, a viva voz, es a voz de liberación; es muy parecido a los procesos de denuncias de abusos y agresiones en el ámbito privado que solo se cristalizan como una posibilidad de liberación una vez que nos decidimos a hacer de eso privado algo público. Recién entonces se encarna en la realidad social y podemos empezar a combatir sus efectos perniciosos, autoconcernos mejor y sanar.
Por supuesto que siempre está el riesgo de la estigmatización y de la vulnerabilidad de quedar expuesta ante la decisión de hacer público lo privado. Pero la ganancia termina siendo doble, la de la liberación personal tanto como la de la identificación de una complejidad compartida por muchas y que ayuda a problematizar socialmente esa herida compartida.
No hay acto más valiente que la propia y pública autocrítica despiadada. Lo que más importa es nombrar todo aquello que permanece oculto y que interesa nombrar para hacerlo inteligible, primero para nosotras mismas y al mismo tiempo para todas. La escritura, si no es curativa, como sostiene Victoria en este caso, por lo menos sirve para “cartografiar la catástrofe” en medio de esos procesos de “crisis y caos”, y eso, ya es un inicio importante.
Esa cartografía propia del caos que Victoria ha capturado en este libro, es tan personal y real como universal. Este libro, así pequeñito como lo ven, es una poderosa herramienta de interpelación. No esperen más respuestas que la que cada cual puede darse a sí misma.
Si algo pueden esperar, es a sorprenderse de una manera poco convencional. Porque leer este libro es como entrar a una dimensión extraña y conocida a la vez; a través de los hilos conductores de lo real y lo fantástico Victoria logra una rara consecuencia: que el texto no se estrangule o sea sombrío, pero que tampoco deje de ser complejo, porque cuando de lo real no puede decirse más a riesgo de hacerse insoportable, lo fantástico entra a oxigenarlo; lo enriquece a la vez que lo vuelve todo más extraño, pero lo más extraño, sin dejar de sentirse cercano.
A dejarse devorar, pues, por esta radiografía existencial y fantástica de una escritora que escribe desde la mujeridad – tantas veces subvaluada por la hegemonía literaria masculina – y esctitas para la universalidad y la posteridad.
Victoria Guerrero Peirano es poeta, editora e investigadora. Doctora en Literatura por la Universidad de Boston y magíster en Estudios de Género por la Pontificia Universidad Católica del Perú. Recientemente ha publicado la novela corta Un golpe de dados [novelita sentimental pequeño burguesa] (Cusco, 2015 y Tijuana, 2014) y a dúo con el poeta chileno Raúl Zurita, Zurita + Guerrero (Guayaquil, 2014).Un compilatorio de su poesía se publicó bajo el título de Documentos de barbarie [poesía 2002-2012] (Lima, 2013) que comprende los libros: El mar, ese oscuro porvenir, Ya nadie incendia el mundo, Berlín y Cuadernos de quimioterapia. Sus poemas han aparecido en diversas revistas y antologías nacionales e internacionales, y se han traducido al alemán, inglés, francés, portugués y finés. Ha sido invitada, entre otros, al World Village Festival de Helsinski y el Latinale de Berlín. Actualmente ejerce la docencia en la Pontificia Universidad Católica del Perú.
SOBRE LA AUTORA
Claudia Cisneros Méndez – Periodista y comunicadora con estudios de mujer, sexualidad y género. TW